domingo, 11 de diciembre de 2011

¿Y las manos? Vacías. Agrietadas por la espera y sin nada más que ofrecer. Las sienes latían por un corazón que se estaba tomando un descanso rodeado de un humo que no le pertenecía. Las noches se evaporaban y los días se veían venidos a menos reducidos en una rutina frenética de neones y palabras que ya no eran para mí. Y miro para otro lado. El lado del camino que me han dibujado sin darme apenas cuenta en noches insomnes y cargadas de intenciones. Una ciudad a la que ir para no verla jamás. Una cama en la que pasar tantas horas que llegues a formar parte de ella. Con él. Y un casi sí prendido en mis labios podrido de esperar a que sea valiente y me atreva a irme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario