martes, 22 de marzo de 2011

rootless tree

Pensé que nunca más tendría que decidir alejarme de quien amaba. Me equivoqué, una vez más, para variar.
Me dejaría mentir por ti hasta limarme los huesos, y últimamente me pregunto si no habrás llegado ya hasta los tuétanos.

El problema es que sé que algo falla, y que tus palabras no son blancas como hace unos meses. Y así yo no sé si...
Mis tobillos lo están intentando. Tratan de sobreponerse al exceso de peso. A la carga que no les deja ser. Pero ya sabes que el derecho siempre está algo más resentido. Como mis ventrículos.
Hoy. Desde hoy. O acabaré rasgada. Y tú no sabes coser.





que sea cierto el jamás.

jueves, 17 de marzo de 2011

- Yo pienso que todo tiene su principio y su fin. Al fin y al cabo, todo dura lo que dura...
- Nada dura lo que dura, y menos lo nuestro.


Rectifico, tú tenías razón.
Nada dura lo que dura, y menos lo nuestro.
Todo dura lo que dura, sobre todo lo nuestro.

lunes, 14 de marzo de 2011

(foto de Smell that film)

Verano. En verano puedes elegirlo todo. Eliges la hora a la que levantarte. Eliges qué comer. Eliges cuánto tiempo tomarás el sol o cuánto jugarás con tu perro. Eliges cuándo ducharte y cuántos grados de menos tendrá el agua que resbalará por ti. Eliges la ropa que ponerte, probablemente pensando en él, en que le gustes más al verte. Eliges no maquillarte, porque no os gusta a ninguno de los dos. Eliges las sandalias algo más altas, por si te da un beso y estáis de pie, no tener que ponerte tan de puntillas ni él tenga que agacharse. Eliges buscarle. Eliges encontrarle. Eliges que tus costillas se fracturen, se separen y se abran un poco para que él pueda mirar dentro.

Lo que tú no sabes, pero él sí ha elegido, son otros labios mojando los suyos un par de horas antes.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Otra mañana fría. Otra mañana de medias y jersey largo. Otra mañana en la que untaba la apatía en las tostadas y el café le sabía más amargo que de costumbre.
Llegaba tarde, pero no por eso fue más deprisa. Intentó hacer algo con su pelo, aunque no sirvió de mucho, y terminó de vestirse. Cogió su pijama y bajó las escaleras para echarlo a lavar. Volvió a coger la taza de café, pero ya estaba frío. Se miró en el espejo del pasillo. No se ponía esas medias desde que él se fue, y ni siquiera se había dado cuenta al cogerlas del cajón. Su madre la recordó la hora, y salió de su ensimismamiento. Sin más salió a la calle. Bajo cero. Sin abrigo. Sin nada. Y con las zapatillas de estar en casa todavía puestas. Rojas. Horribles. Desde luego, su padre rara vez acertaba con ella. Miró su mano derecha. Seguía teniendo el pijama. Así que se lo puso, tiró las zapatillas al contenedor, y comenzó a caminar.