martes, 21 de febrero de 2012

Martes. Caóticos y estúpidos martes.
Hoy me ha costado más de la cuenta despedirme de la cama y ahora lo entiendo. No quería verme como estoy ahora. No quería que volviera a ella para secarme las mejillas y volverme de papel con las rodillas en el corazón.
Una madrugada en la que él no se queda e ignora las piedras de tu voz, una mañana en la que tu futuro se volatiliza y sólo quieres ver cámaras en las farolas, como Truman en Seahaven. El teléfono no logró arreglar todo este desastre. Ni siquiera ella consiguió que sonriera con su "nunca es tiempo perdido".
Y entonces me he dado cuenta: hoy era martes.

Y es que a mí, un martes hace unas 21 semanas se me paró el corazón. Y lo peor (o lo mejor) de todo, es que no hay manera de reanimarlo.