Me conmueve tenerle. Me adormece la garganta en cada beso, y huyo de los espejos que nos reflejan cerrando los ojos para besarle al verme diminuta a su lado.
No hay otro regalo ni requiebro como el de sus labios mordidos cuando cae al suelo mi última prenda de ropa. No, definitivamente nunca me dijeron algo tan bonito en silencio. Y yo, sólo puedo concederle letras, y soy pobre hasta de palabras.
Discúlpenme los presentes, pero daría todas sus vidas y hasta probablemente la mía por su sonrojo.
(qué ganas tenía de decírtelo,
de pronunciarlo mirándote a los ojos
y cuánto disfruté que ni te lo imaginaras)