miércoles, 31 de agosto de 2011

Agosto termina, y se muere. Nos dice adiós hasta el año que viene, y le duele. Y llora, como hoy.

domingo, 21 de agosto de 2011

pero vuelvo cada tarde al suicidio universal

Os dejo esto porque quiero que os pase lo mismo que a mí, quiero que lo tengáis en bucle durante todo este domingo y no salga de vuestras cabezas.
No os diré nada más, vedlo vosotros mismos.

miércoles, 10 de agosto de 2011

No sé si a vosotros os habrá ocurrido alguna vez. Probablemente sí. Una persona entra en tu vida. En voz baja, casi en un susurro. Y cuando quieres darte cuenta se está abriendo paso a zancadas destrozando el polvoriento sótano lleno de trastos. Cuando apenas has abierto los ojos sonríes si alguien pronuncia su nombre y te sorprendes a ti mismo deletreándolo con la sonrisa más sincera de tu vida.
Y entonces nos volvemos temerarios y cada vez más avariciosos. Provocamos roces sin querer, pedimos agua para ofrecérsela y beber de la misma botella y te pasas las madrugadas pensando si alguna vez cruzas su mente, aunque sea por casualidad.
Después, todo lo anterior se vuelve insuficiente, y te atreves incluso a prenderte de su piel unos segundos más de lo que debería ser algo fortuito, y lo haces (aun más) evidente. Nos exponemos. Lo único que conseguimos con ello es abrirnos la camisa haciendo saltar los botones y marcar justo dónde debe firmar para pertenecerlos o para acabar con nosotros de un sólo y certero golpe.
Tal vez sea cierto eso de que vivimos de ilusiones, pero a veces nos alimentamos de castillos, palacios y fortalezas en el aire. Y eso es justo lo que suele ocurrir. Una vez en lo más alto, al suelo. Al frío, duro y palpable suelo.