sábado, 24 de diciembre de 2016

punto de libro. marcapáginas.

Despéjame las nubes de los ojos,
lava los enredos de mis manos,
dime que podemos.


Límpiame el plomo del pecho, aunque no lo veas.
Aunque yo no te deje.
Oblígame a mirarme y no escupir.
Derrama todos los saleros de la mesa.
Lámeme donde acabe la pena.

Que prefiero la tierra de nadie contigo a un reino con cualquiera.

Que tu significado excede todas mis palabras, da igual cuántas páginas pase.
Y doblo todas las esquinas de las hojas. Y rodeo y aislo los puntos finales.


La culpa se torna rojo.
Te miro sin verte.
Y todo se funde en negro.

Nacimos de la risa y el desvelo. Desde entonces nunca quiero morirme.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Goya a mejor actriz de reparto



Creerte blindada, superior y por encima de mis dudas.
Sonreírme de lejos aguantando el aliento en las costillas de quien sabe, oculta y entierra la carcajada. De quien no conoce sudores fríos y lame el caliente.

Creíste aprenderme, saberme lo suficientemente tonta para bailar sobre mis pestañas cerradas.
Me negaste los ojos, te columpiaste en la suerte, le reíste a mis manos. Las mismas que calciné en el fuego en tu nombre.
Tu orgullo lacerante, recubriendo siempre algún poso de las historias que todavía guardas, escondes y rebañas. 

Acaso creíste de verdad en ello. Si cuando te rezan futuros y rompes sus puentes sonríes y asientes en abrazos venideros. Pero tampoco ciertos.
Y tu público esperando, pobre falsa protagonista, salgas de una vez para descubrirte del todo y dejes ya las frases hechas quebradas. Que las penitencias de rezo ya nos las sabemos todos.

Se acabaron ya para mí los dobles fondos,
las cartas marcadas,
los faroles,
los efectos especiales,
las sombras chinescas,
las falsificaciones
y las sorpresas fingidas.

Se acabó.
Para mí no hay sangre, no hay herida que lamer en la que recrearme.
Cautericé.

Ya me ha quedado claro: no te importa otra sombra que la que proyecta tu cuerpo. Vendí la mitad de lo que me quedaba dentro por alguien que sólo siente si se trata de sí misma.
No protesto, ni me encaro, ni lo intento.
No lluevo sobre tus palabras ni lloro mirando al cielo.
Ya no eres persona, para mí. Ni mucho menos mía.

Este navajazo a plena luz sólo confirma que reconocer lo ya sabido no cose la herida dos veces. Que si continúan tantas sobras de verdades a medias dentro de ti bajo llave es porque intuyo que por dentro estás hueca.
He malgastado energías, palabras, saliva y un tiempo que ahora devuelvo en carne cruda y cristales.
Espero que todo te haya valido la pena y los besos. No creo que notes mi ausencia, me tachaste ya hace rato. Pon muebles nuevos en todo el espacio que dejo libre, observa cómo no es suficiente. Adórnalo con cariño, como a mi cuarto, como a tu vida, hasta que solapes socavones y polvo(s).

Ojalá las brasas de la culpa te consuman lento,
lo suficiente para que nunca se te olvide.
Ojalá la brisa que quiera llevarse los restos sólo avive la llama.

De ti sólo me creo este golpe.
No que te duela,
no que lo sientas,
no en la aflicción,
ni en tus ganas de llorar.
Y si te sientes mal, ya sabes en qué bar ahogar tus penas,
(que ya no son las mías).

Y aun así, te da igual.
Porque todo sigue igual.
Porque tú sigues igual.
Vendiendo palabras de falso arrepentimiento, creyéndote penitente, sin dejar de visitar cada día tu pozo negro. Sin dar lo único que te queda: la verdad.

Ahora le doy un beso en la frente al tiempo, confiando en que te coloque justo en las vías que mereces.
Me doy por vencida. Te doy por sabida. Porque es inútil descorrer las cortinas de una ventana que te empeñas en tapiar.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

lunes.

lunes, 13 de enero. hace dos años.

No me sirven los versos que no riman,
no echo en falta metáforas ni tampoco diccionarios
porque ninguno estaría a la altura de tus ojos.

No necesito a grandes autores ni a los poetas de ahora
para que te digan que arrastro el corazón por tus huellas cuando te marchas.


Porque hasta las aceras me quedan grandes
y mis manos lloran las tuyas
sin ti.

sábado, 20 de agosto de 2016

antes.

Regresar sobre charcos de hielo. Que no haya mirada al darte la vuelta.
Quererme consciente, sentirme ella.
Revolver los rotos, obviar los dedales.
Dejar impronta, morar constante, que no te olviden, que no te rajen.

Regar unas raíces muertas, cantar al árbol ya vivido,
ser la rama ya sin salvia, que siembren tu cuerpo sin río.

Sonreírte en tu sueño plagada de conchas,
volverte nido, vacío.

Que me recuerdes espuma y plata,
la brea te recorra por dentro y apenas me lamas.

Vuelve a entonces. No cambies nada.

martes, 15 de marzo de 2016

Paseaste la moneda de mi culpa por tus dedos.
Vi como jugabas con ella delante de todas,
como gracias a ella pusiste otras flores en agua.

Rebuscar en nuestro sótano es descarnarme las llagas para ti.
De nuevo.
Que mientras yo guardaba tu nombre, tú vendías el mío a precio de costo.

Nunca jugamos limpio, nunca fue comercio justo.
Tú trataste de esconder mis ojos y acabaste con ellos en el bolsillo,
yo intenté acabar con tu boca y me rompí.

Mi problema fue dejarme teñir de negro hasta los ojos,
llorar la tinta de lo que nunca me escribiste,
dejarme tirada en la cama,
acabar venerando el pozo al que me arrojaste.

Ojalá nunca llores lo que yo todavía supuro,
pero ojalá siempre me busques en todas.

Fuiste el eco de mi sangre ya seca demasiado tiempo
y a veces, aún reverberas.