jueves, 14 de abril de 2011

dawns without cuddles

Era patética. Ahí. Sentada en el sofá, viendo series en su ordenador y comiendo tostadas con mantequilla. Y azúcar. Lo lleva haciendo así desde pequeña, las tostadas, siempre con azúcar. Se miró en el televisor apagado, una suave silueta dibujada. La ligera miopía emborronaba todo un poco.
De repente, una frase, una escena desde la pantalla lo desencadenó todo. Y las lágrimas comenzaron. Abrían la piel hasta llegar a la barbilla, y justo debajo de ella, se dejaban caer en el pecho.

Eran casi las 7 de la mañana, y no había dormido desde medianoche cuando abrió los ojos. Ya no había horarios en ella, ni en su cuerpo. Y comenzaba a consumirse, poco a poco.
Vivía en un piso algo antiguo, pero céntrico, amplio y luminoso; con otras tres personas más. Y su mayor deseo era que cualquiera de esas tres personas cruzara la puerta del salón en ese mismo momento y la diera un abrazo, la secara la cara con las manos y le diera algo de seguridad en sí misma para poder salir a la calle unas horas después.
Pero no ocurrió. Todos dormían. Nadie sospechaba de aquella pobre y patética llorica sollozando.
Cerró el ordenador, se terminó el café y se metió en la ducha. Al fin y al cabo, lo que ella quería, lo que ella esperaba, sólo pasa en las series americanas.

lunes, 4 de abril de 2011

a l w a y s

Pongamos que no ha habido inviernos bajo otras sábanas y que no he ibernado en el cuerpo equivocado. Supongamos que la vida no dio siquiera medio giro, que Bon Jovi fue el que tocó para nosotros aquella tarde de Agosto, que nuestros cuerpos no dejaron de ser de los dos y que el agua se detuve en nuestros cuerpos tantas veces como nosotros lo hicimos bajo ella. Imaginemos que aquel jueves hace más de ciento diecisiete días fueron tus ojos los que me atravesaron.
Soñemos que llega el día que llenó nuestras bocas más que nuestros besos.