miércoles, 7 de abril de 2010

Recuerdos de una mañana de domingo I

Hay personas a las que habría que condecorarlas por su gran talento en despertar envidia, o eso es lo que pensaba Lara aquella mañana. Boca arriba, sin un ápice de sueño para revolverse entre las sábanas y olvidarse de todo aquello, siguió mirando al techo, soñando músicas que jamás bailaría. Al menos no en esta vida.
Uno, su tobillo derecho seguía en huelga, no le daba la gana ponerse en marcha. Dos, le estaba costando más de lo previsto (y más de lo normal) seguir el ritmo, de la música y de cualquier clase. No había minuto en el que no se odiara frente a los enormes espejos de la barra o se llevara las manos a la cabeza resoplando. Y tres, ya era suficiente la burla del mundo en general. Ya había decidido colgar las zapatillas, que parecía el objetivo común de su madre junto con... prácticamente todos. Y no hablemos de ella... Apenas había dormido pensando en todos sus logros. Parece mentira que aún tenga que soportar el "todo esfuerzo tiene recompensa" mientras hay personas que con la milésima parte de su esfuerzo, consiguen metas que ni siquiera ella se había atrevido a soñar.
Pero ya estaba acostumbrada, se había resignado. Se secó las lágrimas, que le habían llegado a los oídos, y continuó soñando despierta, mirando al techo.

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