Despéjame las nubes de los ojos,
lava los enredos de mis manos,
dime que podemos.
Límpiame el plomo del pecho, aunque no lo veas.
Aunque yo no te deje.
Oblígame a mirarme y no escupir.
Derrama todos los saleros de la mesa.
Lámeme donde acabe la pena.
Que prefiero la tierra de nadie contigo a un reino con cualquiera.
Que tu significado excede todas mis palabras, da igual cuántas páginas pase.
Y doblo todas las esquinas de las hojas. Y rodeo y aislo los puntos finales.
La culpa se torna rojo.
Te miro sin verte.
Y todo se funde en negro.
Nacimos de la risa y el desvelo. Desde entonces nunca quiero morirme.
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