Perdí. Porque yo siempre lo pierdo todo.
El equilibrio.
La compostura.
La noción del tiempo.
El amor propio.
La vida, según los adultos.
Pero no el miedo.
Y sin embargo mis pasos en falso no te reverberan en las comisuras de la boca
ni ves cerrojos cuando me vuelvo tormenta.
A ti, filo del cristal que no me siega,
común denominador,
rumor de mi niebla.
Es contigo que las pérdidas se llaman inversiones,
las manos no se apartan
y los ojos saben dónde mirar.
No temes al ácido que guardo,
y sueñas las fábulas de mi vientre.
Tal vez ahora tampoco sea el momento.
Esta vez lo hemos creado nosotros.
Menuda pasada.
ResponderEliminarUna pena lo del miedo; lo de no perderlo, digo. Quizá sea el momento para ello.
ResponderEliminarUn abrazo,
P.
Me haces feliz cuando vuelves por aquí <3
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