Creerte
blindada, superior y por encima de mis dudas.
Sonreírme de
lejos aguantando el aliento en las costillas de quien sabe, oculta y entierra
la carcajada. De quien no conoce sudores fríos y lame el caliente.
Creíste
aprenderme, saberme lo suficientemente tonta para bailar sobre mis pestañas
cerradas.
Me negaste
los ojos, te columpiaste en la suerte, le reíste a mis manos. Las mismas
que calciné en el fuego en tu nombre.
Tu orgullo
lacerante, recubriendo siempre algún poso de las historias que todavía guardas,
escondes y rebañas.
Acaso
creíste de verdad en ello. Si cuando te rezan futuros y rompes sus puentes
sonríes y asientes en abrazos venideros. Pero tampoco ciertos.
Y tu público
esperando, pobre falsa protagonista, salgas de una vez para descubrirte del
todo y dejes ya las frases hechas quebradas. Que las penitencias de rezo ya nos
las sabemos todos.
Se acabaron
ya para mí los dobles fondos,
las cartas
marcadas,
los faroles,
los efectos
especiales,
las sombras
chinescas,
las
falsificaciones
y las
sorpresas fingidas.
Se acabó.
Para mí no
hay sangre, no hay herida que lamer en la que recrearme.
Cautericé.
Ya me ha
quedado claro: no te importa otra sombra que la que proyecta tu cuerpo. Vendí la mitad de lo que me quedaba
dentro por alguien que sólo siente si se trata de sí misma.
No protesto,
ni me encaro, ni lo intento.
No lluevo
sobre tus palabras ni lloro mirando al cielo.
Ya no eres
persona, para mí. Ni mucho menos mía.
Este
navajazo a plena luz sólo confirma que reconocer lo ya sabido no cose la herida
dos veces. Que si continúan tantas sobras de verdades a medias dentro de ti
bajo llave es porque intuyo que por dentro estás hueca.
He
malgastado energías, palabras, saliva y un tiempo que ahora devuelvo en carne
cruda y cristales.
Espero que
todo te haya valido la pena y los besos. No creo que notes mi ausencia, me
tachaste ya hace rato. Pon muebles nuevos en todo el espacio que dejo libre,
observa cómo no es suficiente. Adórnalo con cariño, como a mi cuarto,
como a tu vida, hasta que solapes socavones y polvo(s).
Ojalá las
brasas de la culpa te consuman lento,
lo
suficiente para que nunca se te olvide.
Ojalá la
brisa que quiera llevarse los restos sólo avive la llama.
De ti sólo
me creo este golpe.
No que te
duela,
no que lo
sientas,
no en la
aflicción,
ni en tus
ganas de llorar.
Y si te
sientes mal, ya sabes en qué bar ahogar tus penas,
(que ya no
son las mías).
Y aun así,
te da igual.
Porque todo
sigue igual.
Porque tú
sigues igual.
Vendiendo palabras de falso arrepentimiento, creyéndote penitente, sin
dejar de visitar cada día tu pozo negro. Sin dar lo único que te queda: la
verdad.
Ahora le doy
un beso en la frente al tiempo, confiando en que te coloque justo en las vías
que mereces.
Me doy por
vencida. Te doy por sabida. Porque es inútil descorrer las cortinas de una ventana
que te empeñas en tapiar.
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