Hace unos meses, hubo una frase de mi antiguo profesor de Filosofía que me encadiló. Le pedí explicaciones de por qué merecía yo un compañero tan estresante. Su primera respuesta fue entre risas, la segunda me dejó sin habla.
- Eres demasiado cuerda, necesitas un poco de locura.
- Ay Carlos, cómo se nota que no me conoces...
Y entonces me miró y arremetió contra mí, dándome en mi punto más débil.
- ¿Qué hacen las bailarinas, Lucía?
- No sé, ¿bailar? - contesté inocente.
- Mantener el equilibrio. Sé que a tu lado él sosegará poco a poco. Mientras tanto, tú, mantén el equilibrio.
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