Tus ojos se me antojan laberintos en los que,
lejos de buscar la salida, moriría de inanición.
Y no miento si digo que vi el Ártico en otros ojos,
pero tú llevas mi tierra en los tuyos y en las venas.
Borras el pasado siendo de tinta.
Que quiero saciarte la vida en lo que se refiere a sudor y camas.
Que me da igual si está oscuro. No te pido que sonrías,
pero,
por favor,
abre los ojos.
(aunque no sea para mirarme)
No me des la mano
aunque las mías te lloren.
Mastícame y haz ruido.
Restállame las vértebras.
Vuélcame y huye.
Llévate los restos,
que quiero padecerte.
Eres eterno.
Hazme imperecedera.
Joder, Lucía: tenías que publicar ésto. Justo ahora.
ResponderEliminarEn el fondo, eres más sabia de lo que te imaginas.
Fiu. Qué él abra los ojos, que sino se va a producir una hecatombe de palabras y sentimientos.
ResponderEliminar+1 a emedemaria.
Dios, qué bonito. Me quedé traspuesto.
ResponderEliminarMe ha venido la frase de... haz que valga la pena.
ResponderEliminarJoder... acabé con los pelos de punta. Ese sentimiento de saber que algo nos hace tan felices y a la vez nos hace tanto daño, supiste describirlo de una forma tan cercana que pude sentir hasta el dolor en los huesos y en la espalda.
ResponderEliminarSimplemente genial.
Un abrazo :)