"Me está empezando a subir la cerveza", dijiste. Y entre los besos bajo luz naranja decidí el siguiente paso. Y ganaste tú.
No me atreví a pasar, pero entonces vi un paraíso de libros de pared a pared. Y probablemente los habías leído todos. Perdí la noción del tiempo leyendo títulos. Y sonreía mientras no podía elegir entre mirarte a ti o a las portadas.
No recuerdo nada más hasta llegar a la cama. Fue una cena sin la mesa puesta. Y siempre tímidos y a cámara lenta. Me mirabas cómo diciendo "enséñame alemán a mordiscos, te prometo saberte aprovechar". O tal vez fueran sólo cosas mías. El caso es que las palabras me saben a algodón de azúcar cada vez que suspiras.
(fotografía de Álvaro Manof)
Genial como siempre! Me encanta el texto.
ResponderEliminarTe leo prontito :)
a mordiscos yo también me comprometo a aprender alemán. Precioso.
ResponderEliminar: )