lunes, 7 de diciembre de 2015

verde oliva.

Mi madre es el sol en la Toscana, el frío de invierno.
La risa que rompe y acaba con las nieblas y las dudas.
Las noches de jazmines con la brasa del cigarro como salvavidas,
su mirada de olivas.

Mi madre tiene en el pecho un campo de lavandas,
alondras en los ojos,
fuego en las pestañas.

Mi madre es también cristales de botellas que ella misma hizo estallar.
El callejón oscuro pero con salida. Mi madre es nuestra salida.
La espera paciente, el amparo calmo. Revolución de volantes, libros esperando.

Mi madre tiene por cada pena ocho amaneceres y a sus dos estrellas.
La voz que espanta a los cuervos e inunda el rocío.
La certeza invisible, el abrazo sin nudos, los besos con marca.

Oír su nombre es oír tus cinco números el día veintidós.




(vuelvo a escribir después de más de un año sin. sólo quiero recordarnos a todos que el amor no es sólo esa mierda pseudoromántica que nos venden, nunca lo es. el amor lo tenemos al lado).

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