Asomada al quicio de la cama, mientras su pelo se descuelga por la sábana, casi besando el suelo. Y su mirada, perdida, divaga, navega, naufraga. Y da media vuelta, y la melena la sigue, derramada por la almohada.
Siempre fue agridulce, con tendencia espontánea a la melancolía, pero con la misma predisposición para el amor.
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